Napoleón interviene directamente al mando de un ejército de 250.000 hombres,
la Grande Armée.
Se trata de un ejército veterano, acostumbrado a los movimientos
rápidos y a vivir sobre el terreno, que arrolla rápidamente la
resistencia española y a los ejércitos británicos desembarcados en la
península, comandados por el general
John Moore. Después de la entrada del emperador en Madrid, tras l
a batalla de Espinosa de los Monteros y la
batalla de Somosierra (30 de noviembre de 1808) y las tremendas derrotas de
Uclés (13 de enero de 1809), el segundo de los
Sitios de Zaragoza (del 21 de diciembre de 1808 hasta el 21 de febrero de 1809) y
Ocaña (noviembre de 1809), la
Junta Central —al cargo del gobierno de la España no ocupada— abandona la Meseta para refugiarse, primero en Sevilla, y luego en
Cádiz, la cual resiste a un largo y brutal asedio. Desde ahí, la Junta Central asiste indefensa a la capitulación de Andalucía.
Napoleón se disponía a partir en persecución del cuerpo expedicionario
británico de Moore, cuando tuvo que salir hacia Francia con urgencia
porque el
Imperio austríaco le había declarado la guerra (6 de enero de 1809). Dejó la misión de rematar la guerra en el noroeste en manos del
mariscal Soult, que ocupó Galicia tras la
batalla de Elviña y luego giró al sur para atacar Portugal desde el norte, dejando el cuerpo del
Ney
en su retaguardia con la misión de colaborar en la ocupación de
Asturias. Sin embargo, la resistencia popular, apoyada por los
suministros de armas de la flota británica, hizo imposible la
pacificación de Galicia, que tuvo que ser evacuada tras la derrota de
Ney en
batalla de Puentesampayo (junio de 1809).
La sublevación popular, dirigida por el capitán Cachamuíña en Vigo,
supuso que ésta fuera la primera plaza reconquistada a los franceses en
Europa (28 de marzo de 1809). Galicia y Valencia permanecieron libres de
tropas francesas, aunque Valencia terminó capitulando en enero de 1812.